El guijarro es el guijarro, y la estrella es la estrella.
Pero cuando yo cojo el guijarro en mi mano
y lo aprieto y lo arrojo y lo vuelvo a coger…
Cuando yo lo paso y repaso entre mis dedos…,
la estrella es la estrella, pero el guijarro es mío… ¡Y lo amo!
Dulce María Loynaz
No sé si es por ser soñadora, amante, porque creo profundamente en aquello de “lo pequeño” del Evangelio o porque prefiero que siempre seamos más humildes, cuando alguien preguntaba hace poco mi visión sobre el proceso sinodal en Cuba y el protagonismo de las mujeres en él, necesité detenerme y reorganizar mis criterios formulando la pregunta. Me atrevo…
¿Proceso sinodal en Cuba? Esta Iglesia que peregrina en Cuba es heredera de una sinodalidad vivida. “Nada nuevo”, dicen algunos. Pero también es cierto que nos hemos alejado de ese legado. Muchos de los que lo construyeron ya no están físicamente, y varios de los que estamos no hemos bebido de ello.
Más que de proceso sinodal, me gustaría hablar de germen, de una llamada y unos primeros intentos de creer todos que la sinodalidad es verdaderamente un deseo de Dios para su Iglesia. Y lo es, porque tiene mucho de Evangelio: es camino, somos todos y es juntos. No podremos hablar de verdadero proceso sinodal hasta creerlo, hasta que nos enamoremos de esto como un modo de ser y hacer Iglesia. Lo que hemos podido vivir, como todos los intentos, ha tenido mucho “de a poco”, de encontrar resistencias, de un resto que cree.
Siento que ha servido de motivación para iniciar un proceso de reanimación pastoral que tanto necesitamos en nuestras diócesis. Tocará ahora decidir si esa pastoral será vivida en clave sinodal. Ya canso a muchos diciendo: “Esto empieza ahora”. Hay un riesgo que ha jugado malas pasadas a nuestra Iglesia y es el de vivir de eventos, sean de meses o de un año. Si estos meses no son entrenamiento para vivirlo luego en la cotidianidad de nuestras parroquias, en orar y celebrar juntos, en el modo de salir para llegar a la vida de nuestro pueblo, en nuestra manera de decidir, de escucharnos, de participar, no habrá valido de mucho.
Dentro de ello, preguntaban sobre el protagonismo de la mujer. Hablar de sinodalidad también nos quiere hacer salir de la búsqueda de protagonismos. Muchas veces por ese afán cuesta caminar juntos y se llega a vivir experiencias dolorosas. Implicadas en esta animación hay muchas mujeres: soñándolo, creyendo, trabajando, gestando y dando a luz, como nos es propio. Acompañadas de hombres, laicos, sacerdotes, algunos obispos. Entre discusiones y risas, pero a la par, juntos, así es la Iglesia que soñamos.
Ha sido como lo que es del Reino: discreto. Camino, sueños, manos, lágrimas, ojos con la chispa de la esperanza encendida. Una Iglesia que cree y ama, un pueblo que espera. ¿Mejor?, podría ser… La estrella es la estrella, pero el guijarro es mío, ¡y lo amo!
(Tomado de Vida Cristiana)
http://vidacristianaencuba.com/vcristiana/index.php/articulos/dialogo/1994-es-m%C3%ADo,-%C2%A1y-lo-amo.html